El paisaje Giennense

El encuentro con el paisaje de Jaén y sus gentes sorprendió al joven Lorca, acostumbrado a la llana fecundidad de la huerta y la vega granadina.

Sin duda, este paisaje giennense le influyó nítidamente durante sus largos paseos periurbanos por el cerro del Alcázar, sobre los restos de la antigua muralla. Un lugar que también Machado frecuentaba asiduamente.

El espectáculo que le brinda el horizonte de “montañas azules, en las cuales los pueblos lucen su blancura diamantina de luz esfumada”, en clara referencia a los macizos de Aznaitín y Mágina, dejará huella en su obra, como se expone a continuación:

CIUDAD PERDIDA (BAEZA)

I Baeza

(…) Si se anda más, los yerbazales son tan fuertes que se tragan a las piedras del suelo lamiendo ansiosamente los muros…, y si cruzamos unas callejas más, se contempla la majestuosa sinfonía de un espléndido paisaje. Una hoya inmensa cercada de montañas azules, en las cuales los pueblos lucen su blancura diamantina de luz esfumada. Sombríos y bravos acordes de olivares contrastan con las sierras, que son violeta profundo por su falda. (…)