Casa de la tercia, colección de la batalla de…

La Casa de la Tercia era el Pósito de la villa de Lopera, destinado a almacenar cereal para su préstamo a los vecinos en épocas de escasez.

Este uso es de interés histórico porque Cervantes estuvo en Lopera, entre el 22 y el 25 de febrero de 1592, recaudando cereal para la Armada Invencible.

Otro uso fue de bodega para los excelentes vinos de la zona. A la localidad se la conoce como la “pequeña Jerez”.

Pero el uso que nos interesa para la ruta literaria de la Casa de la Tercia es el actual, que es el uso cultural.

En la planta baja de la Casa de la Tercia se localiza una exposición de 54 fotografías de la Guerra Civil Española en color en la villa de Lopera (1936-1940).

La visita se puede completar accediendo al Museo de Pedro Monje, escultor, ceramista y pintor oriundo de Lopera, que se encuentra en la planta alta de la Casa de la Tercia.

Arquitectónicamente hablando, el edificio, que data de la segunda mitad del siglo XVI, es una construcción de ladrillo de grueso tapial, con escasos elementos decorativos y con piedras de cantería que refuerzan las esquinas del edificio.

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Puesto de mando republicano

Existen algunas imágenes que evidencian la presencia del poeta en el asedio al Santuario, algunas arengando a las tropas y otras en el puesto de mando de las tropas republicanas.

Esto ayuda al poeta a transmitir de forma detallada el desarrollo del asedio, como explica en Sobre la toma de la Cabeza. Carta y aclaración.

(…) Asistí al combate desde los primeros momentos, aunque sin lápiz ni papel, que no me gusta ni puedo explotar el momento que vivo, y prefiero volver a vivirlo recordándolo. (…)

Frente Sur. Número 15, 13 de mayo de 1937

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Santuario de Nuestra Señora Virgen de la Cabeza

El Santuario de la Virgen de la Cabeza se encuentra situado a unos 32 kilómetros del núcleo urbano de Andújar.

Se alza sobre el cerro del Cabezo, en las estribaciones del Parque Natural de la Sierra de Andújar, alcanzando unas vistas panorámicas de mucho interés.

El primitivo Santuario data de finales del siglo XIII, siendo proyectada una remodelación en el siglo XVI por el célebre arquitecto renacentista Andrés de Vandelvira.

Durante el asedio al Santuario de la Virgen de la Cabeza, el templo quedó casi totalmente destruido y reconstruido años después por la Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones.

En plena Guerra Civil, fracasada la rebelión militar en la provincia de Jaén, un grupo de guardias civiles junto a sus familiares se instalaron en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, siendo éste el escenario de un cruento asedio por parte de las tropas republicanas. Un monumento recuerda este hecho a la entrada del Santuario y si se mira con detalle, todavía pueden verse restos de metralla en los muros laterales de la Basílica.

Miguel Hernández describirá periodísticamente el asalto de este asedio, transmitiendo de forma detallada el desarrollo del mismo, que se prolongará desde el 14 de septiembre de 1936 al 1 de mayo de 1937, cuando se rinden los asediados.

Frente Sur. Número 15, 13 de mayo de 1937

(…)El edificio de la Cabeza amanece ante el alba sangriento y oscuro. En él veía yo la representación de un monstruo tricornio… (…)

El Santuario cuenta también con el Museo Mariano, ubicado en las propias dependencias de la Basílica y que recoge una importante muestra artística, documental y antropológica del legado histórico que la devoción a la Virgen de la Cabeza ha ido decantando a través de los siglos.

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Miradores de la muralla

Los escenarios de su infancia, el paisaje de su Úbeda natal y de las lejanías del valle del Guadalquivir, están continuamente presentes en la obra de Muñoz Molina, como el propio autor revela:

“(…) A mí me gustan muchos sitios, pero yo veo el paisaje del valle del Guadalquivir desde las murallas de mi ciudad y ese paisaje me conmueve de una manera de la que no me conmueve ningún otro. (…)”

Entrevista a Antonio Muñoz Molina. Revista Librújula. 25 de febrero de 2016.

Un intimismo revelado en muchas de sus novelas y donde los miradores de Úbeda le sirven de atalaya para desnudar las cualidades estéticas y de sentimiento que le provocan.

(…) me acuerdo del vértigo de asomarme a los miradores de la muralla y ver delante de mis ojos toda la hondura de los precipicios y la extensión ilimitada del mundo, las terrazas de las huertas, las lomas de los olivares, el brillo quebrado y distante del río, el azul oscuro de las estribaciones de la Sierra, el perfil de estatua derribada del monte Aznaitín (…).”

Antonio Muñoz Molina. El Jinete Polaco.

(…) También él, Solana, había mirado de niño ese espacio de ilimitada luz y regresado a él para morir, abiertas calles de Mágina que parecía que fuesen a terminar ante el mar y terraplenes como balcones acantilados o altos miradores marítimos desde donde se asomaba a toda la claridad del mundo no violado sino por la codicia de sus pupilas y las fábulas de su imaginación (…)”.

Antonio Muñoz Molina. Beatus Ille.

Mercado de Abastos

Seguimos el itinerario con un espacio continuamente mencionado por Muñoz Molina en su novela El jinete polaco, el Mercado de Abastos.

Aquí acude su padre cada día de madrugada para vender los productos duramente recolectados en la huerta familiar.

(…)Ya habría amanecido, su padre estaría en el mercado ordenando la hortaliza húmeda y brillante sobre el mostrador de mármol, y tal vez se preguntaría de vez en cuando dónde estaba él, a cuál de esas ciudades a las que quería irse en la adolescencia lo habría llevado su oficio errabundo de intérprete.” (…)

Antonio Muñoz Molina. El Jinete Polaco.

Aunque ya desde 1878 existía la gran inquietud de dotar a la ciudad de un mercado de abastos para evitar la venta en la calle, hasta 1933 no se encarga la edificación al arquitecto de Linares don Luis Casanova Vila, terminando su edificación en 1935.

El Mercado de Abastos, de estilo racionalista, se erigió en el lugar donde había estado con anterioridad el Convento de Nuestra Señora de la Coronada, del S. XVI.

Iglesia de San Isidoro

La Iglesia de San Isidoro es un lugar que Muñoz Molina recrea en ocasiones en sus novelas, como hace en El Jinete Polaco, donde además de plasmar el “ambiente” de Mágina, la utiliza para ubicar a alguno de sus peculiares personajes, como su taurino párroco.

(…) Recordó que no había luz en esa calle tan estrecha, que iba a dar al claro de San Isidoro, donde había una fuente cuyo caudal escuchó al mismo tiempo que el chapoteo en el barro de los cascos de un caballo, que al sacudir la cabeza hizo sonar los arreos de un coche]”(…)

La Iglesia de San Isidoro, que data de los siglos XVI y XVII y construida sobre antiguos restos de una mezquita, es de extraordinario interés al ser una de las pocas construcciones góticas en una ciudad famosa por su arte renacentista. De hecho, aunque el exterior presenta dos fachadas góticas de estilo Gótico Flamígero -representado sobre todo en los pináculos-, el interior es renacentista.

Antiguas casas consistoriales

Antigua sede del Ayuntamiento, es un magnífico ejemplo de arquitectura civil renacentista. En la galería de la planta alta hay dos hornacinas, una con la imagen de San Miguel Arcángel, patrón de la ciudad y otra de San Juan de la Cruz. Hoy día alberga el Conservatorio de Música “María de Molina”.

En este lugar se gestionó sin éxito la restitución del cuerpo de San Juan de la Cruz a Úbeda. Sus restos mortales fueron sustraídos sigilosamente dos años después de su muerte, durante la media noche, antes de que la ciudad advirtiese el hurto y fuese llevado a Segovia.

Aunque la furtiva operación fue observada por un vecino de la calle, el albañil Salvador Quesada, que por temor o por cualquier otra causa no dio aviso hasta el día siguiente.

También es interesante conocer que Cervantes vivió un tiempo en Úbeda, por lo que debió conocer la noticia, ya que luego la inmortaliza en el capítulo XIX de la primera parte del Quijote, donde el famoso hidalgo entabla una de sus aventuras contra “hasta veinte encamisados”, que llevan un féretro hasta Segovia, aunque indican que vienen de Úbeda.

En cualquier caso, la ciudad de Úbeda no se resignó al expolio y entabló pleito con Segovia. Desde las antiguas casas consistoriales se aprobó en febrero de 1596 la petición de la devolución del venerado cuerpo del Santo al Papa Clemente VIII que expide su Breve Apostólico “Expositum nobis fuit” en el que reconoce los derechos de Úbeda y manda la restitución del cadáver a donde se le dio primera sepultura.

Como es sabido, Segovia no facilita el cuerpo y Úbeda, tras el largo y ruidoso pleito, en 1607 consigue recuperar parte de las reliquias del reformador carmelitano, un dedo y una tibia, que se encuentran en el Museo de San Juan de la Cruz.

Casa de los Méndez

En plena plaza de López Almagro, en el casco histórico de la ciudad, se encontraba la Casa de los Méndez, que cobra especial importancia para la ruta literaria de San Juan de la Cruz en Úbeda porque aquí es donde se veneraron sus reliquias antes de ser llevadas a la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares.

Calle San Juan de la Cruz

Úbeda rinde homenaje al Santo con una calle con su nombre. Esta calle, que se llamaba anteriormente calle del Toril, se sitúa en confluencia con la calle Carmen y justo al lado del Museo Oratorio de San Juan de la Cruz, precisamente donde falleció el poeta místico, por lo que la elección del nombre de la calle no puede ser más acertada.

Puente Tablas

Puente Tablas es un enclave poblacional perteneciente a Jaén que se encuentra a escasos kilómetros del núcleo urbano de la capital giennense. Es famoso por localizar un oppidum ibero (ciudad fortificada), que tiene un gran valor patrimonial y donde se puede conocer cómo vivían los iberos del alto Guadalquivir, contemplar una de las más grandes fortificaciones iberas, con más de 300 metros de muralla aún conservadas y una potencia de más de 5 metros de altura.

Juan Eslava Galán no pierde la oportunidad de introducir la cultura ibera cada vez que tiene ocasión. Por tal motivo, Juan de Olid, protagonista principal de su obra En busca del unicornio, entra a la ciudad de Jaén por Puente Tablas.

(…) Y como un heraldo hubiera salido el día de antes avisando nuestra llegada, él salió a buscarnos al sitio que dicen el Puente de Tabla, cabe al Guadalbullón, con mucho y muy lucido acompañamiento de músicas y corredores. (…)

En busca del unicornio. Capítulo IV.